Cómo hemos llegado hasta aquí

Cómo hemos llegado hasta aquí

En La Despensa recibimos muchas visitas, mensajes y reseñas hablando sobre «nuestra filosofía». La filosofía de un proyecto representa las creencias con las que los/as integrantes de dicha compañía se guían para realizar sus actividades y conseguir sus objetivos. 

Me gustaría hablaros de nuestras creencias y de dónde vienen. Muchas personas se sorprenden de las decisiones o actos que llevamos a cabo desde nuestra Despensa. Es lógico, no todas las personas han tenido la fortuna, han tomado las decisiones en momentos clave, se han plantado y han dicho NO, o han participado en espacios de construcción colectiva o basadas en valores diferentes.  A lo largo de los años y de las experiencias vividas he ido aprendiendo a construir un forma diferente de HABITAR EL MUNDO, de impulsar mi propio proyecto y de vivir convencida de que cada acto es decisivo para seguir sembrando TU CAMINO (que no es de rosas). El proyecto de La Despensa es la suma de experiencias que llevo en mi mochila (buenas, malas y bochornosas).

Me presento, soy Anita, una tía normal a la que le gusta estar rodeada de gente, dicharachera y con mucha energía. También soy una tía complicada, autoexigente, luchadora, con la cabezonería como arma y que se frustra cuando las cosas no le salen bien o cuando detecta alguna injusticia alrededor. Bueno, siempre hablamos en plural como si La Despensa la llevásemos un gran equipo de gente pero la fundadora de este rincón soy yo conmigo misma.

Os voy a contar un poco sobre mi recorrido. Estudié Trabajo Social por pura vocación y hasta me especialicé en Cooperación Internacional. Viajé, hice voluntariados varios, estudié más, trabajé en muchos ámbitos insulsos, pero no encontraba mi lugar… Mientras me sacaba la carrera trabajé en tiendas de decoración e interiorismo, trabajé en pleno Serrano en tiendas finas y viví en mis carnes la explotación, el postureo, la humillación y la precariedad laboral en estado puro. Creo que en estos tiempos me hice más fuerte y me juré a mí misma que si alguna vez tenía un negocio propio no pondría en práctica esos métodos. 

Conocí el paraíso de la participación activa y milité durante muchos años en Ocsi – Organización de Cooperación y Solidaridad Internaional  OCSI es una organización asamblearia que nace en 1987. Con su lema “lo personal es político” de Kate Millet. A partir de ahí, se cuestionan todo lo que son y lo todo que les rodea, desarrollando sus líneas de acción, dando visibilidad a las desigualdades internacionales y la lucha de los pueblos en la defensa de sus derechos, tanto en el estado español como en América Latina. Apuestan por el trabajo en red como forma de construcción colectiva, teniendo muy presente la perspectiva de género para la transformación de las relaciones.

Fueron años de aprendizaje, de querer comernos el mundo y de generar proyectos e iniciativas increíbles para el cambo social.  Una gran familia que sigue luchando con convencimiento porque otro mundo fuera posible. Luego vino el bache. Resulta que el mundo no se cambia de un día para otro. El cambio es lento, la concienciación a veces es desmoralizante y sientes que te das cabezazos contra un muro. Pero no nos rendíamos: íbamos despacio porque íbamos muy lejos «como el caracol». Eso nos servía para no autofustigarnos cuando nuestras asambleas duraban horas y horas. 

Ocsi para mí fue un renacer. Dejé a un lado mi amor romántico por la Cooperación y me hice bastante crítica con el sistema de asociacionismo, grandes multinacionales de la solidaridad, ya ni siquiera quería ejercer como trabajadora social porque todo me decepcionaba. Así que me dediqué a meter mis energías en esta asociación. Todo evolucionaba y trabajábamos en torno al Comercio justo y Sensibilización, Activismo político, la Educación crítica, Intercooperación, Economía social, Feminismos… 

Viví experiencias increíbles en esta Organización, incluso me dieron la oportunidad de trabajar en su sede en Pamplona donde trabajé con gente maravillosa y las pasé canutas para dar esas charlas de sensibilización y comercio justo a adolestcentes en colegios e institutos. Colaborar en la Universidad Pública de Nvarra formando a futuros voluntarios/as también toda una experiencia. Cada día aprendía algo nuevo para sumar a mi mochila. También recuerdo el salario justo por una media jornada completa pero insuficiente para pasar el mes viviendo en Pamplona, con tanto pincho delicioso en las vitrinas de los bares de Navarrería. Y por supuesto  recuerdo la generosidad de mis compis de Ocsi Navarra, en concreto a Cristina, que me acogió en esa pequeña buhardilla hecha para duendes.

Después volví y me uní al equipo Ocsi Madrid y trabajé como Secretaria Técnica de la Organización. Esto supuso un antes y un después en mi vida profesional y personal.

Al poco tiempo estudié cocina, ya que era una actividad que me apasionaba. Me formé y trabajé en catering y en diferentes espacios alternativos y no tan alternativos. Seguí formándome con grandes maestras/os de la cocina energética y saludable. Di clases de cocina junto con mi gran amiga Sua (kdó).

Desde Ocsi nos lanzamos a la aventura de montar un Café social con tienda ecológica en pleno corazón de Lavapiés y la liamos parda (en todos los sentidos). Fue un gran aprendizaje y una aventura intensa. Me quedo con todo lo bueno que nos ofreció esta experiencia. Una forma de organización asamblearia, con valores firmes, no teníamos ni idea de llevar un negocio hostelero pero ahí estábamos, dando menús del día con producto ecológico, contando a la clientela los conflictos de comunidades indígenas en Antioquía o charlando sobre el origen del café y lo que suponía el Comercio justo. El proyecto llegó a su fin después de cinco años de trabajo, voluntariado y lucha pero el proyecto fue tremendo. Para mí fue la combinación perfecta de mis pasiones: el trabajo social, asamblearismo, cocina ecológica, cocina energética, trabajo en equipo, comercio justo…

Después me tomé un tiempo sabático y monté mi propio catering de cocina saludable. Trabajaba por mi cuenta con grupos de consumo y con establecimientos de la zona. Ofrecía mis platos y dulces para vender en las vitrinas de diferentes cafetería y bares.

Al poco tiempo me ficharon para trabajar en el mismo local donde habíamos impulsado el Café social de Ocsi y se había convertido era una cervecería artesanal Craft Against The Machine. Me dejé liar y fue toda una aventura. Me encargaba de cocinar los platos del día y una oferta gastronómica vegetariana para regar las cervezas artesanas de origen nacional. Hasta me asocié con mi compañero sumiller para realizar eventos y catas de cerveza y maridajes de cocina eco y vegana. Casi escribimos un libro (aun guardo el borrador). Me flipó esa etapa y los compis eran unos cracks pero… Toqué techo. Me aburría y sentía que estaba desaprovechando energía y capacidad para crear algo más grande y que fuera algo propio. Me sentía desbordada simplemente por intentar llegar a cubrir unas necesidades que ni siquiera eran mías. Supongo que ha sido algo que ha sorprendido a la gente que me rodea: mi facilidad para dejar trabajos que no me llenaban, mi capacidad de cambio y de reinventarme cada vez que lo necesitaba. Quería emprender en algo y aún no sabía en qué.

Ahora llega la etapa de ilusión y de alta expectativa: Tasca Barea. Una linda y diminuta tasca en la calle Embajadores. Un proyecto que prometía y que es absolutamente increíble en sí mismo. Amo a Jaime, Benja y a Rober. Personas encantadoras y valientes que dejaron todo para cumplir un sueño: una pequeña tasca con vinos, vermú y platos tradicionales de la España profunda. Vinos de pequeñas cooperativas y materia prima de grupos de consumo y empresas familiares y artesanas. ¡Un bombazo! Si pasáis por la Calle Embajadores no te pierdas su Aperol Spritz y su marinera. En esa etapa yo ya me había mudado a Cercedilla y algo se me movía por dentro. No terminaba de cuajar porque no sentía el proyecto como propio y mi vida ya no estaba en Lavapiés.

Siempre quise montar mi propio mini restaurante pero a la vez sabía que acabaría autoexplotándome ya que mi tremenda autoexigencia a veces me lleva a sufrir sobrecarga y mucho estrés.

De pronto se me ocurrió montar una tienda a granel. Yo compraba a granel en Madrid. Y ya sabéis, mi cabezonería (que a veces tiene vida propia) me llevó a empezar  a soñar el proyecto. No fue fácil, el hermetismo de muchas tiendas a la hora de compartir conocimiento o experiencias, o la falta de información para emprender y montar un negocio me hizo echarle morro y ponerme las pilas. Empecé  a investigar, a moverme y a estudiar mucho. Había determinadas cosas que tenía muy claras gracias a mis experiencias anteriores pero otras no tenía ni idea. Y lo de hacer un plan de empresa, presupuesto, contabilidad… Yo siempre he sido de letras y de tener mucha creatividad pero  los números no eran lo mío. Hice cursos y me apunté a las asesorías de Mares Madrid.   

Me mudé en diciembre de 2018 y en Mayo de 2019 ya tenía el Plan de empresa casi finiquitado y tenía un local apalabrado. Dejé el trabajo y decidí buscar financiación y capitalizar el poco paro que tenía (claro me dedicaba a abandonar trabajos por no tener afinidad con mis valores).

Y aquí estoy, contando mi vida en una pequeña entrada de un blog de una humilde página web de mi preciosa tienda de pueblo La Despensa de Cercedilla.

El proyecto podía ser un desastre o un exitazo. Hice un estudio de mercado muy sencillo ¿Qué Puedo ofrecer yo a la población de Cercedilla? La posibilidad de tener una tienda maravilla a granel bien cerquita.

Por suerte voy a cumplir 4 años y sobrevivo. Digo sobrevivo porque ni siquiera llego al salario mínimo interprofesional y estoy endeudada. PERO ME SIENTO FELIZ, llevo mi negocio como quiero, cierro cuando creo que hay que hacerlo como el día 1 de mayo (aunque me llamen vaga), hemos sobrellevado una pandemia mundial, he conocido a gente maravillosa, tengo una segunda familia gracias a mi negocio (toda mi clientela), he podido contratar a una joven parrá maravillosa que está feliz en La Despensa, apuesto por un sueño, por hacer las cosas de otra manera, apuesto por las personas, por dar más valor a la vida y no tanto al dinero, trabajo en base a valores y creencias, aprendo cada día, me agoto cargando sacos de 25kg, me frustro, a veces creo que me arruino, a veces me río sola y a veces lloro cinco veces al día… pero soy FELIZ. Y esto es gracias a todos vosotros/as, despenseros/as.

ESCRIBÍS LA FILOSOFÍA DE LA DESPENSA.

Todo esto no es fruto de una fórmula mágica sino que es consecuencia de los nuevos hábitos de consumo de la población de Cercedilla y de la Sierra de Madrid, de sus ganas de cambiar su cesta de la compra, de apoyar la economía local y su apoyo a La Despensa, de sus ganas de aportar su granito de arena, de querer cuidar el planeta, de querer relacionarse con la comida desde otro punto de vista, de comer bien, de la necesidad de tener una tienda así en su pueblito, de consumir productos de calidad y de cercanía…

Yo sabía que las tiendas a granel en Madrid crecían como champiñones pero no todas triunfaban. Me daba vértigo y mucho miedo pero mi tripa me decía que me tirase de cabeza a la piscina.  Ahora es en la sierra donde las tiendas a granel crecen como champiñones y me siento orgullosa por haber formado parte de este proceso de cambio.

Hace poco salimos en la tele. Es una pena no haber podido hablar en profundidad de todo esto y de las anécdotas del día a día. Fue una entrevista muy corta, del montón, de llenar archivo, una entrevista superficial pero al menos ha servido para que muchas personas de la sierra conozcan La Despensa. «Todo suma», como dice mi pareja cuando nos pasan cosas malas, buenas y regulares. Nos hicieron una pregunta que aún me tiene dándole vuelvas al coco: ¿Es más barato comprar a granel que en el supermercado no? Pues lógicamente NO.  Sale más barato tu ticket de compra semanal porque puedes comprar sólo lo que necesitas y alimentarte de forma sana y natural (eso no está pagado por cierto). La calidad, el producto local, el pago justo a los trabajadores/as, la compra a cooperativas y pequeñas empresas, el calibre de los frutos secos y la categoría extra de nuestros productos la producción artesanal, los productos ecológicos… Trabajamos con otro orden de prioridades que gran supermercado.

Comprar a granel no está de moda, es una necesidad para el planeta y las personas que lo habitan.

¿Y tú dónde pones el valor a la hora de hacer tu compra? ¿Cuáles son tus creencias?

Yo doy gracias a mis amigos/as, colegas, familia, pareja… por sus creencias en Mí 🙂

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